lunes, 31 de enero de 2011
Condenación: "Y sabrás lo que es la culpa"
Siempre estarás sola, mujer, por debajo.
Siempre estarás detrás, mujer, pagando.
sábado, 29 de enero de 2011
jueves, 27 de enero de 2011
miércoles, 26 de enero de 2011
Monstruos hermosos
Caperucita al desnudo
"Caperucita roja es el más popular de todos los cuentos de hadas. El personaje de la niña vestida de rojo gusta a todo el mundo porque, a pesar de ser una persona virtuosa, cede a las tentaciones y, al confiar en las buenas intenciones de la gente, corre hacia su perdición.
Caperucita al desnudo es una apasionante aventura en los bosques de las diversas Caperucitas: en sus páginas, Catherine Orenstein recorre todas las vidas que ha vivido el cuento, desde su interpretación tradicional que nos habla de pasiones humanas, de voracidad oral y de deseos agresivos y sexuales, hasta su reformulación moderna, donde ha sido fuente de inspiración para anuncios publicitarios de cosméticos y automóviles o tema para películas pornográficas. Este maravilloso cuento de hadas -que, como ha escrito B. Bettelheim, configura y refleja, a la vez, nuestra visión del mundo- nos enfrenta, como en un espejo, con nuestros propios fantasmas sobre la moral, la sexualidad, las mujeres y los hombres."
El índice de capítulos ya resulta ilustrativo:
Introducción: La heroían y la caperuza.
I. Caperucita Roja: Castidad amenazada.
II. Caperucita según los hermanos Grimm: Seguir el buen camino.
III. El cuento de la abuela: Alcanzar la madurez.
IV. Stubbe Peeter, hombre-lobo: Una historia real
V. Caperucita al rojo vivo: Una maciza en los bosques.
VI. El lobo espera: En el vientre de la bestia.
VII. En compañía de lobos: ¿Loba o perra?
VIII. Caperucita Roja Redux: El lobo travesti.
IX. El castigo de Caperucita Roja: El cuento fetiche.
X. Freeway: Un paseo por el barrio.
Epílogo: Bajo la caperuza.
Dioses y vacío
domingo, 23 de enero de 2011
miércoles, 19 de enero de 2011
martes, 18 de enero de 2011
lunes, 17 de enero de 2011
Confusión
Odio los conflictos
Aunque he de decir que los afronto, y me defiendo
Y me defiendo...
Odio los conflictos
martes, 11 de enero de 2011
Sin enigmas...
de todos los hombres en todas las
épocas y naciones, no son originales míos,
si no son tuyos tanto como míos,
nada o casi nada son,
si no son el enigma y la solución del enigma,
nada son.
Ésta es la hierba que crece
dondequiera que haya tierra y agua,
éste es el aire común que baña el globo.
Walt Whitman, Versión de León Felipe
El invierno habrá sido un lugar
Porque nos volvemos ciegos
en el día que nace con nosotros,
y porque hemos visto a nuestro aliento
nublar
el espejo del aire,
el ojo del aire no se abrirá
sino en la palabra
hecha renuncia: el invierno
habrá sido un lugar
de madurez.
Nosotros, convertidos en los muertos
de otra vida que la nuestra.
Paul Auster; Versión de Jordi Doce, De "Despariciones" Pre-textos 1996
Tú, indomable...
Tú, indomable
en este flujo terrestre:
tú, donde las últimas semillas
auguran cercanía:
tú harás sonar
el delirio coral
de la memoria, e irás
por el camino de los ojos. No te queda
otra, ni más larga, salida: desde el instante
en que te cortes
las venas, las raíces comenzarán
a recitar la masacre
de las piedras. Vivirás. Construirás tu casa
aquí: olvidarás
tu nombre. La tierra
es el único exilio.
lunes, 10 de enero de 2011
Tanteadores
" -¿Y a qué se dedicaban?
-Bueno, ¿ha oído hablar del grisú? Es un gas que hay a veces en las minas. Explota.
Vimes fue viendo las imágenes en su mente mientras Jovial se lo explicaba.
Los mineros dejaban libre la zona, si tenían suerte. Y entonces entraba el tanteador, vestido con una capa tras otra de cota de malla y cuero, llevando su saco relleno de bolas de trapos y de aceite. Y su pértiga bien larga, y su tirachinas.
Abajo en las minas, completamente solo, oía el repicar. Oía a Agi Robamartillos y todas las demás cosas que hacían ruidos en las profundidades de la tierra. No podía haber ninguna luz, porque la luz habría significado una muerte repentina y estruendosa. El tanteador avanzaba a tientas por la oscuridad absoluta, muy por debajo de la superficie.
Había una especie de grillo que vivía en las minas. Y que hacía un cri-cri muy fuerte en presencia del grisú. El tanteador llevaba uno en una jaula, atado a su sombrero.
Cuando el animal cantaba, los tanteadores muy seguros de sí mismos o bien los extremadamente suicidas daban un paso atrás, encendían la antorcha que tenían al final de la pértiga y la arrojaban hacia adelante. Los tanteadores más cuidadosos daban muchos más pasos atrás y tiraban con el tirachinas una pelota de trapos en llamas en dirección a la muerte invisible. En cualquier caso, confiaban en sus gruesos ropajes de cuero para protegerse de lo peor de las explosión.
Era un oficio honorable, pero, por lo menos de entrada, no se heredaba de padres a hijos. Porque los tanteadores no tenían hijos. ¿Quién se iba a casar con uno de ellos? Eran enanos muertos en vida. Pero a veces un enano joven expresaba su deseo de convertirse en uno de ellos. Su familia se mostraba orgullosa, le decía adiós y luego empezaba a hablar de él como si estuviera muerto, porque eso facilitaba las cosas.
A veces, sin embargo, los tanteadores regresaban. Y los que sobrevivían continuaban sobreviviendo, porque sobrevivir es cuestión de práctica. Y a veces hablaban un poco de lo que habían oído, a solas en las minas profundas... el golpeteo de los enanos muertos que intentaban regresar al mundo, la risa lejana de Agi Robamartillos, los latidos del corazón de la tortuga que llevaba el mundo a cuestas.
Los tanteadores se convirtieron en reyes.
Vimes escuchaba con la boca abierta, se preguntó por qué demonios los enanos creían que no tenían religión ni sacerdotes. Ser un enano ya era una religión de por sí. La gente se adentraba en las tinieblas por el bien del clan, y oía cosas, y quedaba transformado, y regresaba para contarlo..."
~ Terry Pratchett, "El quinto elefante"