en los que siento pulsar una música antigua y fragmentada dentro de mí que hace que me sienta aún más ajena a todo.
Hoy ha sido uno de esos, el aire huele a mar, olor que trae la lluvia, las luces de los coches se emborronan y ascienden, los árboles que ya otoñan susurran secretos a las hojas más jóvenes, mi gata está presa de su reflejo quieto en la ventana, la noche está ganando la partida una vez más. Mi alma carece de defensas.
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