En origen la escritura fue de carácter pictográfico, ideográfico o una combinación de ambos, palabras que fueran como cosas, o cosas que fueran como la forma en que se dicen o designan. Luego llegaron los alfabetos, sin conexión entre lo designado y la palabra, y desde ellos, las palabras que actualmente utilizamos libres de cualquier contexto originario. A principio del siglo XX Guillaume Apollinaire idealiza el verso libre creando los caligramas, en los cuales se representa la imagen del discurso dibujándola con sus propias palabras.
Sería hermoso, que la palabra pájaro se pareciera a uno, fuera pequeña y frágil, y pudiera escaparse entre los dedos, que Amanecer pudiera henchirse, ser rojo sangre y oro y luz y llenara los ojos hasta desbordarlos... Sería hermoso que lo llamado y lo designado fueran uno, y existieran de verdad en este mundo la justicia o la verdad. Ah!, pero entonces habría fantasmas, y monstruos, y ogros bajo los puentes, y el miedo tendría el mismo tamaño que las montañas, y respiraríamos un aire sonoro y sólido, y caminaríamos sobre aguas que son espejo y abismo, el cielo sería aún más leve y lejano, y los dioses caminarían sobre la tierra portando armas de fuego en las manos.
Son extrañas las palabras, mero símbolo vacío, signo y convención, y aún y así, el vientre de todo cuando conocemos y somos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario