Mervyn Peake
Igual que un gran mercado…
Igual que un gran mercado atrae a los excéntricos
soy como una ciudad levantada en arcilla
donde los locos medran, ya que bajo mi piel,
en cualquier soportal o calleja secreta
que serpea en mis huesos de medianoche, ellos
acechan harapientos, esperando impacientes
la orden de tomar mi esternón,
y asolar la capital con vivas a la revolución.
Trad. J.D
"Fucsia era mi sueño. La idea de lo infinito, de lo irreal, de la inocencia moribunda..."
Robert Smith (músico)
Voy a hablar de una trilogía lamentablemente inacabada, la de Mervyn Peake, editada maravillosamente por Minotauro (Aunque con algún desacierto). Titus Groan, Gormenghast y Titus Solo. (Hablar de trilogía, en realidad, no es del todo exacto, pues a la muerte de Peake se encontraron notas y borradores para otras dos novelas de la serie. Además, la tercera novela, Titus Alone, quedó inconclusa y se publicó póstumamente sin el permiso expreso de su autor.)Lo primero que llama la atención es la incréible traducción, lo bien que se lee, la suavidad con que olvidas que las palabras han tenido que ser cambiadas, buscadas entre unas distintas, cultural y psicológicamente, para asemejarse a las otras ya escritas. Es una obra singular, distinta, pervertida como el reflejo en un espejo. El marco de la acción queda encerrado casi completamente en el babilónico castillo de Gormenghast, cuna y mundo de la dinastía nobiliaria de los Groan («quejido» o «gruñido» en castellano). Ésta trilogía ha sido englobada dentro de la literatura fantástica, aunque en ella el extrañamiento no viene dado por hechos sobrenaturales, ecos de fantasmas o ucronías, sino por lo excéntrico de sus personajes y situaciones, por la inversión de la vida que supone. Se ha convertido en una obra de culto que ha ganado adeptos fieles desde su aparición, y ha merecido los elogios de escritores como Graham Greene, Anthony Burgess o C.S. Lewis.
La familia Groan y su séquito de sirvientes conforman un inventario de personajes singulares mas creíbles. Es algo distinto del mundo, de la luz, y eso se percibe desde el inicio desde el abismo que supone los nombres que ostentan, traducidos con mayor o menor fortuna en edición de Minotauro (lo que constituye uno de los aspectos más criticados de dicha edición).
El conde, Lord Sepulcrave (Sepulcravo), es un hombre melancólico y amenazado por la locura. La rubicunda condesa Lady Gertrude vive rodeada de pájaros de varias especies y millares de gatos. Su hija Fuchsia (Fucsia) es una muchacha hosca, soñadora e imaginativa, desapegada de la realidad. La niñera Nannie Slagg (Tata Ganga) es una anciana simple y temerosa. El criado del conde es el apergaminado Flay (Excorio), que alberga una honda animadversión hacia el orondo y relamente mezquino chef de cocina Swelter (Vulturno), un desprecio correspondido por este último. El médico es el doctor Prunesquallor (Prunescualo), que sazona sus conversaciones con risitas espasmódicas. El nonagenario maestro de ceremonias Sourdust (Agrimoho) es el custodio de la férrea tradición que rige la rutina del castillo. Las hermanas de Sepulcrave, Cora y Clarice, son dos mellizas idénticas deseosas de poder. El Poeta es uno de los escasos interlocutores del conde Sepulcrave. Todos ellos conforman una turba de personajes bien construidos que logran hacerse un hueco en la memoria del lector.
No se dan datos acerca del pasado de la familia y de su morada, pero se adivina que es una estirpe centenaria y que ese pasado no debió diferir en mucho del presente. Los cimientos del minucioso sistema que rige los comportamientos de los habitantes de Gormenghast van a resultar conmocionados por el nacimiento de Titus, el heredero de ojos violeta de Sepulcravo y futuro conde septuagésimo séptimo, y por las tretas de Steerpike (Pirañavelo), un joven pinche de cocina que va a emprender una serie de maquinaciones para hacerse con el poder. El intrincado castillo es un personaje más, el más complejo y fuerte, y la presencia de sus muros, sus torres y almenas y sus estancias sombrías gravitan continuamente en el transcurso de la historia, no sólo como marco físico, sino también como trasunto visual del clima psicológico que se respira.
No hay comunicación entre sus habitantes y el mundo exterior, salvo por acontecimientos puntuales como el rito según el cual los habitantes de las casas apiñadas en torno a la muralla brindan a los nobles una vez al año unas tallas de madera, de las cuales se salvan no más de tres a ser conservadas en la Galería de las Tallas Brillantes al cuidado del señor Rottcodd, o la búsqueda de una nodriza para el recién nacido. Las gentes del pueblo que circundan la muralla componen una estampa polvorienta de seres prematuramente envejecidos. Incluso dentro del castillo hay estancias que son reductos prácticamente incomunicados, como la citada Galería de las Tallas Brillantes en la que transcurre la vida de Rottcodd, el desván al que en principio únicamente Fuchsia tiene acceso por medio de una puerta oculta tras su cama y en el que se siente dueña de un reino secreto, la biblioteca en la que Lord Sepulcravo pasa la mayor parte del tiempo que no le roban los deberes impuestos por la tradición o los aposentos de las gemelas Cora y Clarice en el ala sur. La familia parece reunirse únicamente en aquellos actos propios del protocolo, y los condes ven a su hijo Titus en contadas ocasiones tras su nacimiento y no muestran excesivo interés en él. Gormenghast es un mundo cerrado, anquilosado y constreñido por el peso de esa tradición que rige la vida del castillo y que Agrimoho o Excorio se ocupan de hacer cumplir. Y es ese clima excesivamente recargado, ese protocolo oscuro y complejo, lo que hace respirar al libro, el hilo sobre el que todos se mueven y son. La sensación que domina el espíritu al leer Titus Groan es la de contemplar un gran cuadro, un enorme fresco antiguo procedente de otro tiempo repleto de figuras y detalles, o más propiamente un tapiz de un castillo abandonado del cual, entre el polvo acumulado por los siglos, sólo pudiéramos entrever sombras iluminadas por breves notas de color. A cualquier lugar donde uno mire siempre encuentra algo en lo que detenerse y extasiarse. Cientos de historias que se suceden en un lugar limitado, un marco formado por el alucinante castillo de Gormenghast, pero con tantos meandros, muros, pasillos y escaleras, recovecos y rincones que se antoja inabarcable. Es el infinito contenido en una estática fotografía.
La prosa de Peake es evocadora y visual, plástica y rica, se paladea y penetra a una (también pintaba). Las palabras son imágenes y las imágenes mundos. La peculiar fisionomía de los personajes nos es legada no sólo a través de las descripciones, sino también por medio de las ilustraciones que el propio autor hizo, oscuras, desgarradas y llenas de melancolía. Además de sus obras, Peake ilustró libros, haciendo hermosas ilustraciones burtonianas para libros igualmente oscuros como los hermanos Grimm, Coleridge, Lewis Carroll o Robert Louis Stevenson.
Incluyo un párrafo para que os hagais una idea libre de cuanto he escrito:
GORMENGHAST, es decir, la mole principal de la piedra originaria, habría ostentado una cierta cualidad de pesadez arquitectónica si hubiese sido posible ignorar el enjambre de míseras viviendas que circunvalaban los muros exteriores como una erupción epidémica. Las casas de barro se desparramaban por la pendiente encabalgándose unas sobre otras hasta alcanzar la muralla del castillo; allí las más recónditas se apoyaban en los gruesos muros, agarrándose como lapas a las piedras. Una ley ancestral les permitía esta intimidad glacial con la fortaleza que se cernía encima. Sobre los techos irregulares caían, a lo largo de las estaciones, las sombras de los contrafuertes roídos por el tiempo, de los torreones quebrantados y altivos, y sobre todo la enorme sombra de la Torre de los Pedernales. Esta torre, irregularmente moteada de yedra negra, se alzaba por entre los puños de la mampostería almenada como un dedo mutilado y blasfemo que señalaba al cielo.
Otro día hablaremos del autor, cuya biografía es igualmente interesante e imprescindible.
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