jueves, 11 de junio de 2009

De profesión, fantasma


Pensar en Ilustradores me ha llevado a parajes oscuros de mi infancia por los que mi mente, custodia y más antigua que yo misma, no me suele dejar vagar. Puede perderse uno allá abajo, ya sabéis, entre sombras y pasadizos fríos... Ya, no todas las infancias han sido malas, aunque dicen que uno nunca puede sustraerse del todo de la propia, que nunca sobrevivimos del todo a ella. Y ese niño, niña en mi caso, que no somos del todo nosotros, siempre está ahí, mucho más indefenso, solo y triste de lo que fué en realidad. No quiero evadirme ni sentirme triste, así que os hablaré sin más de lo que había venido a hablaros, algo mucho más interesante que esa infancia mala:
"De profesión fantasma" de Monteilhet, Hubert. Un libro naranja de Barco de Vapor, para unos diez años, en esa llamativa edición de colores que nos decían que era para nosotros. No, tranquilos, no sólo es para niños, aunque lo sea, me temo, es un libro maravilloso, tierno, lúcido e inteligente, lleno de un suave humor muy maduro. Una maravilla en una época en la que no había Harry Potter, ya me habría gustado, ya, ni Vampiratas, ni Kika Superbruja, ni abadías en las que las niñas, supervivientes de sus propias tragedias, hallan maravillosos poderes, y "El Señor de los Anillos" aún quedaba lejos, al menos en mi ciclo de descubrimiento. No se trata de una de esas aventuras un poco deslavadas como las de "Los cinco" en la que todo sucedía en Kirring, desde piratas a espias... rápido y fácil, sin mucho sentido. Merece la pena.
John, un chaval escocés cuyo padre alcoholizado por la pena muere, precisamente por la pena, y él queda al cuidado de la familia del herrero, Maese Greenwood, un cuidado meramente nominal, le dan de comer, sí, pero muy poco, un sitio donde dormir, un rincón de la herrería, y una educación, los coscorrones del señor Bounty. Una noche les pide refugio una viejilla que se dice adivina a cambio de un poco de comida, y le hace una extraña profecía:
Tú hijo mio, tú estás hecho para vivir a lo grande. ¡Dios mio, cuántos y qué grandes castillos en esta pequña mano!
Profecía que nadie cree, y que el pobre John no entiende. Con lo que la adivina explica:
No. Ni criado, ni huésped, ni señor.
Más risas e incomprensión. ¿De loro, de galgo o de burro de los señores?
Ni hombre, ni ángel, ni animal. No tengo derecho a decir más, y me callo.
Así que, con la extraña profecía dándole vueltas a la cabeza y dos sucesivas desgracias que le agotan la capacidad de sufrimiento: que un caballo le dejara cojo y que el herrero le matara de un golpe de azada a su único amigo, un gato negro tuerto y cariñoso con la excusa de que traía mala suerte, John decide irse a por su destino.
Malvenor Castle.
Leedlo ahora que se acerca el tiempo de hacer acopio de libros y nuevas voluntades de leerlos. El tiempo del tiempo libre dicen.

Y ahora, a lo que iba desde el principio, las ilustraciones para libros infantiles que me han devuelto atrás en el tiempo:
Miguel Navia





www.miguelnavia1.blogspot.com/

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