martes, 16 de junio de 2009

Qué es lo que nos aguarda




"Filosofía a mano armada" de Tibor Fisher, Ed. Tusquets, os pego la contraportada para poneros en situación:Eddie Coffin, profesor universitario y filósofo desencantado, depravado y borrachín, perseguido por la policía de su país por un asunto más bien hosco, llega a Francia, patria de Montaigne, pensador de su elección, y decide emplear sus conocimientos en tareas más lucrativas y aleccionadoras que «en el terreno, árido desde hace siglos, de la especulación filosófica». Se une, pues, a Hubert, un tipo que por sus malas costumbres está realmente a su altura, para formar una banda de atracadores y vivir aventuras canallescas. En esta empresa le sirven tanto las ideas y los textos del pensamiento universal como la metralleta último modelo: «¡Por el Zeitgeist de tu madre, entréganos la pasta!», y el cajero, estupefacto, les entrega el dinero; «quería saltarle la tapa de los sesos, pero luego me puse a razonar y pensé: ¿qué le habría enseñado la experiencia?», y naturalmente no lo hizo. A los filósofos aspirantes a malhechores, Eddie y Hubert les aconsejan, sin embargo, no probarlo: «Ser deshonestos es muy duro», palabra de ladrón-filósofo.
En él aparece una escena que te abre un vacío por dentro, un profesor universitario de éxito, guapo, de buena familia y que siempre ha sido feliz un día se plantea: Mi vida ha sido más que buena, he tenido suerte con las mujeres, jamás me ha faltado dinero para vivir cuantas experiencias quise vivir, tengo el éxito social moderado que buscaba y amo a mi familia... la vida no es así, no lo es para nadie más, asesta golpes, tiende zancadillas, arrebata sueños, corta caminos... ¿qué está aguárdame más adelante?, ¿qué me tiene reservado? ¿Acaso todos los pequeños dolores y miserias de las vidas ajenas juntos en un sólo y espectacular mazazo? Así que se encierra en su despacho y decide no salir jamás, se atrinchera con los bonitos muebles de madera antigua, se cierra tras su puerta antes siempre abierta, se niega a hablar con nadie, pues la desgracia puede ir por él a través de la gente a la que ama o respeta, no quiere comer ni hablar... Se ven obligados a sacarle a la fuerza, tiempo después, rematadamente transtornado...

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