martes, 7 de julio de 2009

Mordor



Esta noche, extremadamente fría y calma, las laderas del Gorbea rezumaban niebla, una niebla densa que ascendía hasta mezclarse con las nubes bajas cargadas de agua y oscuridad que vienen del norte, de la Bizkaia que mira al mar. El aire olía a humedad y a sal. Se ponía el sol entre estertores rojos y naranjas, quemando el vientre hinchado de las nubes y prendiendo en los jirones fantasmales de niebla que se desprendían de los bosques. Lobo ha sonreído, y ha susurrado: Mordor.
No olería allí a sal y a frío húmedo, lo sé, pero no he podido evitar pensar:
Me hace féliz que estés aquí conmigo. Aquí, al final de todas las cosas, Sam.
Y es ésa la sensación que tengo, que llegan a su fin los días negros.

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