martes, 28 de abril de 2009

Hierba Mora


De las muchas formas que hay de enamorar, una de las más poderosas, de las más sugerentes y de las más excitantes es el enamoramiento literario. Que bien se podría llamar así a la llama que se enciende cuando uno intercambia escritos con otra persona. Desde luego que la chispa inicial seguro que la pone el cuerpo con sus evidencias, pero el alma que escribe va alimentando el fuego para hacerlo arder de forma apropiada. ... De las muchas formas que hay de enamorar, alguna es muy sutil y aparece en personas sensibles y tiernas, que le tienen afición a la escritura, y por eso mismo cuando leen o cuando escriben ponen ahí el alma toda para que la otra persona en cuestión pueda, viendo el alma desnuda, adaptarse a ella y desearla, y puestos ya a desear el alma, les venga algún pensamiento de esos que llaman malos, que a saber por qué se llamarán malos pensamientos los pensamientos amorosos y juguetones, que nos abren la ventana de la imaginación para intuir la forma en que acariciaríamos precisamente a esa otra persona entre todas las personas que en el mundo han sido.Se dice aquí todo esto porque la correspondencia es una cosa peligrosa. ... Que escribir cartas es agasajar con palabras y las palabras, si están bien escogidas y el alma en su justa sazón, pueden curar mejor que las hierbas mágicas, que parece que prolongan el placer como los afrodisíacos y atenúan el dolor como los analgésicos, que por algo afrodisíaco y analgésico también son palabras.

La Hierba Mora, o tomatillos del diablo, es un sedante y un analgésico, un bálsamo para el dolor. Muy tóxica en la mayoría de los casos, puede provocar abortos, envenenamientos e intoxicaciones irreversibles si no es manejada por personal cualificado. Bien medidas las cantidades, la Hierba Mora relaja, produce olvido del daño y calma el dolor.


Novela intensa, de múltiples matices, escrita a tres voces, bajo una estructura entrecortada de breves capítulos que entrelazan las tres historias, Moure inserta gran diversidad de géneros, que van desde el epistolar, en cartas del siglo XVII y correos electrónicos del XXI, fragmentos de ensayos filosófico, reflexiones de un diario íntimo, los versos de un poemario, o en forma de cuaderno de recetas y/o conjuros para atraer amantes, apuntes, máximas morales y recetas del saber de las plantas para curar los dolores que afectan a las mujeres...

La primera presencia es el voraz apetito cultural de la Reina Cristina de Suecia, hito cultural y político del siglo XVII, protectora de las artes y las ciencias, que ha decidido no casarse ni tener familia para poder dedicarse a saciar su curiosidad existencial. Y para ello construye a su alrededor círculos de científicos y filósofos que la conviertan en la mujer más cultivada de su época.
Hasta aquí la parte fiel a la historia nos hace coincidir al filósofo francés, que acude al llamado de la reina, y a ésta, que desea recibirlo en la corte para afianzar la amistad que mantenían por carta y nombrarlo su tutor, para así poder aumentar sus horas de estudio, tener un apoyo con quien debatir sobre los más diversos temas y un profesor las veinticuatros horas. Debajo de la sed de saber de Cristina se encuentra un amor platónico por el filósofo, una atracción por su sabiduría y el misterio que lo acompaña (se dice que dejó a una mujer con quien tuvo una hija y que ésta murió y que una gran muñeca de madera que la representa, guardada en un baúl, lo ha acompañado durante toda la travesía). La reina sabia es la primera de las mujeres que tejen esta historia alrededor del conocimiento. Helene de Jans, madre de la hija de Descartes, es una partera y curandera, es la voz de la sabiduría del pueblo, la que nos entrelaza la relación del pasado y el presente de la corte sueca y la estancia de Descartes con un herbario mágico, un Libro de Mujeres, al uso de la época, en que nos describe los usos curativos o mágicos de las plantas, así como sortilegios para diversas dolencias anímicas o físicas. Al mismo tiempo nos cuenta su propia vida, cómo la experiencia le ha enseñado a aprender de lo que encuentra al alcance de su mano y cómo su relación con el filósofo ha enriquecido su visión del mundo y le ha permitido desconfiar de él. A través de hierbas y sus usos, se nos descubre una mujer culta e independiente, unida a la tierra y que se va separando de los estándares de la sociedad del siglo XVII.

El último eslabón de esta cadena de mujeres llega a nuestros días con Inés Andrade, una estudiante de filosofía que prepara su tesis y estudia la relación habida entre la Reina Cristina y René Descartes y que al mismo tiempo ha descubierto en un baúl de la vieja casa partes de una vida antigua que deberá ir uniendo para dar lugar a esta historia.
Tres lugares, tres tipos de vida y tres mujeres entrelazan una historia de cómo el conocimiento femenino alcanza sus metas. Ya el título hace referencia a la planta que a su vez es una metáfora de la mujer. “Hierba mora es una planta, una mala hierba común que comparte con las mujeres la mala fama, ya que de una y otra se ha ido diciendo que son tóxicas y de mala ralea” Tres mujeres en tiempos y espacios distintos se encargarán de rebatir la aspiración cartesiana de la racionalidad pura en detrimento de la perniciosa pasión. Para lograrlo, la autora atribuye tres amantes a Descartes, tres pozos de sabiduría cotidiana, sensibles y sabias, que usarán la palabra como camino para la curación del dolor y la comprensión de sí mismas.
En fin, un libro sobre la búsqueda de la libertad y sobre la necesidad de ser quien se es.


¿Por qué escribir será una actividad regulada por la mente si es el cuerpo quien hace el trabajo?

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