martes, 14 de abril de 2009

Literatura




No he pensado mucho en ello pero me he dado cuenta de que siento la literatura, en cualquiera de sus variantes, como una compulsión, como una necesidad similar a la que te lleva a devorar una bolsa gigante de patatas o, peor, pipas, mientras ves nada en la tele, leo como si me fuera a morir antes de saber más, antes de llenarme de palabras e imágenes... y es por eso, creo, que leo de todo. Desde la dulce-dulce e inocente historia que comienza con Twiligth, de Stephanie Meyer, hasta la impresionante, realmente impresionante, Penélope y Las Doce Criadas de Margaret Atwood, hasta me he enganchado a la fría, rápida, oportunista y también tierna, por el tratamiento hacia sus personajes, serie de AIDP (planetacomic.net) en la que la Agencia de Investigación de lo Paranormal sigue su rumbo sin Hellboy. Qué le voy a hacer. Podría hablaros de lo que me hizo la culta, oscura y profunda serie de Sandman, del demasiado admirado Gaiman, pero además de que creo nos pasó a todos, se me pasó enseguida gracias a la inmejorable Lucifer, (gracias, gracias, gracias, Carey) primero de Norma ed. y después de Planeta, (como casi todo ya), buena y vibrante trama, inmejorable lenguaje visual, apabullante carga moral. Qué pena que se acabe, qué pena. ¿No os quedais un poco huérfanos cuando se acaba un libro? También me he enganchado a Wet Moon, de Ross Campbell, de Norma Ed. El desarrollo es frío y lento, el lenguaje visual a veces es denso y oscuro y otras un poco caótico, pero tiene un incréible sentido de los personajes y maneja espléndidamente los diálogos. (La evolución del dibujo de la protagonista la hace aparecer casi como un dibujo manga en el tercer libro, es desconcertante)

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