martes, 29 de septiembre de 2009

La pesca del salmón en Yemen



Lobo, como todos los carnívoros al borde de la extinción, no es un sibarita: lee de todo, y las cosas que le gustan son realmente variopintas, algunas directamente malas, hay que decir, aunque en general tenga buen gusto, como casi todos, y lo que más le gusta sea de primera. Por eso hoy os posteo este pequeño regalo: Un libro lúcido, irónico, insólito y con un deje cruel muy de agradecer, pues es realmente crítico y no deja títere con cabeza.

El autor, Paul Torday no resgala con esta su primera novela, que se lee de un tirón, una buena imagen de lo que somos. El argumento es este: Un jeque árabe, Mohamed ben Zaidi bani Tihama, de cultura exquisita, religioso, visionario, pacífico y respetuoso, cree (entendido el verbo como fe, “Había empleado la palabra fe, pero se refería al hecho de creer. El primer paso era sencillo: creer en el hecho mismo de creer…”) que la pesca de salmón, deporte que práctica en sus estancias temporales en Escocia, puede ser una idea excelente a exportar a su país, el desértico y hermoso Yemen. El dinero lo puede todo, pero la fe es una energía más estimuladora a la hora de hacer cumplir cualquier convicción que se tenga por acertada, por muy imposible que, a primera vista, parezca. A través de su abogada en Londres, contacta con un gris funcionario, el doctor Alfred Jones, del Centro Nacional para el Fomento de la Piscicultura, con el fin de que sea este científico el encargado de hacer realidad un sueño. Será, a partir entonces que la anodina, fría y estable vida del doctor, envuelta en un matrimonio que da más grima que pena, dará un giro de 180º.

Claro que esta peculiar e inusitada idea no se podía quedar en manos tan solo privadas. Imposible que un proyecto que tiene relación con Oriente Medio, en un momento político en que nadie puede sostener la patata caliente de Irak, pudiera pasar desapercibido al gabinete gubernamental con asiento en el nº10 de Downing Street, que ve en la propuesta del jeque Mohamed una oportunidad para mejorar la imagen del Reino Unido en la zona.

Absolutamente delirante, pero con un perfecto engranaje, el proyecto Pesca de salmón en Yemen, se muestra a nuestros ojos lectores desde los primeros e-mails, memorándum, faxes, y cartas de su puesta en marcha, pasando por su estudio de viabilidad, los fragmentos en forma de diario de los principales actores implicados, los interrogatorios posteriores, diálogos, comentarios de la prensa internacional, (“El lapso de atención de los medios informativos es de veinte minutos, y una novedad, una nueva perspectiva, suele tentarlos a soltar el hueso que tu quieres que suelten y fijarse en el hueso nuevo que tú les ofreces”, confiesa el director de comunicación del gabinete del Primer Ministro en un interrogatorio), entrevistas mediáticas, textos autobiográficos, los guiones creados para ciertas televisiones privadas, testimonios, y conclusiones, incluida la correspondencia entre un militar destinado a Irak y la abogada del jeque, Harriet, y la impresión abstracta que la censura provoca en las cartas. !Casi ná!. Sin embargo todo fluye con un orden que da facilidad a la lectura, con la misma que fluyen los alevines de salmón en las aguas claras de los ríos escoceses, motivo de no pocas disputas: “¿Sacar salmones de los ríos y enviarlos a Arabia Saurí? -dijo Tom-. Usted no conoce a la comunidad de pescadores. Antes preferirían vender a sus hijos como esclavos”. “En realidad es a Yemen”, aclaré. “Se levantarían en armas -replicó-. Les importan más esos peces que nada en el mundo. No descarto que hubiera acciones guerrilleras si intentáramos algo semejante”. Todo ello transcurre durante un periodo de año y medio.

No podían faltar en este trozo de realidad los atentados de grupos fundamentalistas, (con e-mails interceptados a Al Qaeda). Ni la mirada de un autor buen conocedor del mundo árabe, que muestra la hermosura de un país tan arcaico y de extremada riqueza histórica como es Yemen: “Este país me tiene abrumado. Es de una hermosura casi salvaje, en especial los montes Haraz, donde el jeque vive normalmente cuando no está en Glen Tulloch. Una vez que entras en uno de estos pueblos te encuentras con una algarabía de gritos, una explosión de color, olores inimaginables de alcantarillas y especias, y de repente al doblar una esquina te topas con un jardín oculto detrás de las casas.”, escribe el doctor Jones en su diario. La religión forma, asimismo, parte del debate.

En resumen, este tipo de descubrimientos literarios son como un trago de agua fresca a pleno sol en el desierto de Yemen, con una construcción narrativa realmente imaginativa y nueva.

Me lo vais a agradecer.

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